“Mujeres de las revoluciones. Para comprender lo que esto quiere decir, tenemos que darnos cuenta de lo que es una Revolución. No nos contentaremos con la definición espiritual, pero poco profundizada, del gran escritor alemán Hebbel, que dijo que las revoluciones son fiebres de los pueblos de las cuales se mueren los soberanos. Preferimos decir que la Revolución es una evolución acelerada. Es una equivocación creer que una revolución se hace únicamente por luchas y batallas en las calles, por derramamientos de sangre, por actuaciones terroristas y por toda clase de violencias. Las revoluciones se efectúan también en sentido intelectual y espiritual.
Hombres y mujeres que nos hacen ver y comprender nuevos problemas que no encontrarán sus soluciones hasta más tarde, en actividades palpables, son revolucionarios y engendran una revolución espiritual e intelectual antes o mientras que la revolución sea una realidad. Jean Jacques Rousseau, al escribir el Contrato Social, fue el primer promotor de la Revolución francesa, a pesar de que murió mucho antes de que ésta empezara.
Algunos escritores rusos —Dostoievski, Tolstói y Gorky—han tenido más influencia en la Revolución rusa que Lenin, Trotsky y Balabanova mismos, y podemos decir que la Revolución española que actualmente vivimos, fue engendrada por muchos escritores, españoles y extranjeros, entre los cuales un hombre como el príncipe Kropotkin tiene un lugar preeminente. Y, sin embargo, ni Carlos Marx ni Rousseau, ni tantos otros revolucionarios de nombre y fama han luchado en las calles, y si han sufrido persecuciones y si se han expuesto a peligros, lo han hecho únicamente en sus actividades intelectuales, en su valor intelectual que más de una vez no corresponde a su valor físico.
No extrañará a los lectores de estas páginas, que aquí se trate también de mujeres que nunca han tomado parte personal en ninguna lucha revolucionaria, que nunca se han expuesto a peligros materiales. Pero todas éstas de las que vamos a hablar han tenido una influencia grande en la formación de los problemas de su época, han determinado progresos en la manera de pensar y juzgar, han dado lugar a nuevos puntos de vista, y han sido engendradoras de revoluciones, acelerando el paso de la evolución.
No será completo el número de las mujeres de las Revoluciones, ni podremos decir que se trate de una selección por categorías. Las hemos escogido bastante voluntariamente, tratando de dar en ellas y en sus características una impresión bastante completa de todas las actividades revolucionarias de las mujeres de los diferentes países y de las distintas épocas. Y veremos que todas estas mujeres, o casi todas, a pesar de sus tan variadas actividades, de sus tan diferentes posiciones sociales, han tenido en común un rasgo característico que es el que menos se busca en ellas, el de la profunda feminidad y maternidad.
Es una equivocación tan generalizada como grande creer que las actividades intelectuales y espirituales maten al carácter femenil y maternal en la mujer. Lo contrario es más cierto. La ocupación que profundiza en los ideales de la vida da más ternura, más cariño, más sensibilidad y generosidad a la mujer que la preocupación vulgar de los asuntos materiales, del bienestar físico y egoísta del propio «yo» extendido al sentimiento familiar.
La mujer más idealista tendrá que ser necesariamente también la más femenil y más maternal”.
Enlace [PDF]: Etta Federn - Mujeres de las Revoluciones